martes, 23 de agosto de 2011
Te odio.
En verdad, te odio, si, te odio, porque odio tu forma de ser, odio que esa forma de ser que tu tienes sea tan complementaria a la mía, lo que yo veo, desde mi parte es que eres perfectamente compatible, eres perfectamente perfecto de acuerdo con la mía, también te odio por cada gesto, esos que te caracterizan y que me los se de memoria, porque por las noches tan solo pienso en tu movimiento de cabeza para arreglarte el pelo, la forma de rascarte el ojo, o la cara que se te pone cuando tienes sueño o estas dormido, también odio la forma que tienes de subirte los pantalones, porque es demasiado especial como para ser humana, es el punto exacto en el que sabes que dentro de cinco pasos vas a tener que subírtelos otra vez, también tus pies, si, esos que se mueven cuando pasas el dedo sobre su planta, esos que no te gusta que mire, también tus ojos, pero esos los odio pero mucho mucho, porque cuando te miro me veo, y no me gusta ver otra cosa que no sea a ti, por ese brillo que no se de donde sale, pero siempre esta ahí, también tu sonrisa, la odio porque siempre tengo que obligarla a salir, no es algo espontaneo, que te salga solo, acto involuntario, yo creo que tienes que pensar en sonreír, yo creo que un día de estos yo y tu sonrisa tendríamos que hacer un pacto, para acordar una disimulada curva, y permanente. También odio tus manos, cuando me acarician la espalda y me dejan medio dormida, cuando intentan hacerme cosquillas en los pies, cuando pretenden despeinarme el pelo o cuando quieren tocarme la cara, pero lo que sobretodo odio de ti, es que por cada día que pase buscando motivos para no creer en la perfección aparecen más virtudes, más cosas que te hacen mas perfecto aun, y que por cada cosa que he dicho que odiaba, en verdad odiaba lo bien que me hacen sentir, lo feliz que me hacen cada día, las veces que me hacen recordarte, y todas y cada una de las horas que me paso pensando en ti.
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